
De una lancha que iba a velocidad sobre las aguas del Amazonas, cayó un gancho rosado, tenía una forma muy particular pues parecía doblado y era un gancho muy aplicado, no soltaba ni un cabello de su dueña.
Al caer al agua flotó unos segundos y alcanzó a observar la estela de la lancha que luego lo fue hundiendo en las aguas color marrón claro del Amazonas. Mientras caía recordaba con tristeza en su metálico centro, su trabajo en una hermosa y azabache cabellera, la cual no volvería a sujetar jamás.
Su ahora húmedo resorte, junto con su forma caprichosa, lo hacían girar una y otra vez causando un remolino mientras caía. No pasó mucho tiempo hasta que tocó fondo y se posó de lado sobre algunas pequeñas y redondas piedras, unas cuantas que no eran comunes en el cauce del río. A unos cuantos minutos desaparecían los rayitos luminosos que caían hacia el fondo y un oscuro color chocolate dominó las aguas del caudaloso Amazonas.
El rosado gancho oía las corrientes sordas, porque los ganchos si oyen, y por segunda vez, tristemente recordó el olor dulce y ácido tenue de la cabellera de su dueña, porque los ganchos si pueden oler y en su mente de gancho aparecían los recuerdos de ojos negros, cejas en juego y las manos suaves y firmes que lo colocaban en el lugar preciso donde mejor podía cumplir con su labor, porque los ganchos si sienten.
Y como es de esperarse los ganchos también duermen, y a este perdido gancho lo dominó un pesado sueño, uno muy pesado, que durante la ausencia de luz no le dejó percibir que viajaba cada vez más rápido por corrientes en ese achocolatado mundo. Viajo por horas y horas, por litros y litros de agua, y por kilómetros y kilómetros.
De pronto sintió un leve rayo de luz sobre él, y pudo observar un rosado claro, muy conocido, muy familiar, era el mismo tono de su plastificado color y se sintió de nuevo vivo.
El color rosado fue tomando forma y tenía una forma muy extraña, además de aletas y un hocico, tan parecido al gancho, que cuando gancho y hocico estuvieron juntos, no hubo duda alguna del origen de la forma del gancho todo rosado.
El gancho rosado quizás ahora brillante de sorpresa y alegría avanzaba por el agua delante de este ser de ensueño y de repente en su mente rosada recibió un mensaje entre ideas y figuras, con un claro destino, regresar a su dueña y que su vida tenga sentido entre esos cabellos tan delicados.
Fueron sólo unos minutos que duró ese corto viaje entre aguas de la Amazonía, y de repente la velocidad fue menor, las corrientes cesaron y de repente fue expulsado del agua cayendo de una lancha aparentemente extraña y a la vez en su rosada conciencia percibió un mensaje borroso ahora mezclado con un adiós, en el fondo entendió unas palabras – usa todas tus fuerzas y di Aaahhh – Cuando cayó finalmente recordó un color negro conocido enfrente y con las fuerzas que tenía, porque los ganchos tienen fuerza, abrió el hocico, bueno sus dos extremidades y abrazó la tela de un familiar bolso negro.
A unos metros, sin poder creerlo vio a dueña, en el frente del bote, de espaldas con los cabellos alborotados y al viento, entendiendo lo necesario que era, la suerte que tenía y al fin pudo descansar, porque los ganchos descansan.
La causante del viaje de retorno del rosado gancho, la del olor dulce y acido tenue nunca sabrá lo que pasó para regresar a sus cabellos azabache, y si alguna vez encuentra algo de óxido en él, no lo entendería, pero si que fue una hazaña regresar a lo que uno tanto extraña, porque los ganchos se oxidan y extrañan.
... alcanzó a observar la estela de la lancha que luego
lo fue hundiendo en las aguas marrón claro del Amazonas...
1 comentario:
Me recordó mucho al Río de Heraud.
Supongo que adoraste hasta el gancho que vivía en su cabello.
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